Si por alguna razón has terminado en este blog, me he he mudado a otra dirección web. Me encantaría que la visitases, ¿Seguimos allí?
¡Muchas gracias!
De negro arrogante, con ojos verdes y pupila infinita clavándose en ti, paralizándote. Se yergue y empieza a enseñarte sus colmillos, derrochando saliva, relamiéndose de tu miedo. Empieza a gruñirte sin dejar de mirarte y tú simplemente quieres seguir andando. Es tu camino. Tú lo elegiste o él a ti, pero estás ahí y eso debe ser por algo. ¿Algo? ¿Y qué significa el lobo? Tu cerebro le da al botón de start de tus piernas y comienzas a andar mientras lo piensas. Un paso, debe ser un espejismo. Segundo paso, debe ser sólo un contratiempo. Tercer paso, jamás me enseñaron a retroceder. Te parece mentira pero tú tampoco has dejado de mirarlo fijamente, tu verde contra su verde y ahora, tus pasos contra los suyos. A tu grito interno de echarse atrás y abandonar, tu memoria le muestra un osado "file not found"...jamás te lo enseñaron, recuerda tú eso. Y también, ¿Por qué has escogido este camino?
Ya soy residente de 4º año (es aquel médico que se está especializando en una materia y ya cursa el último año para conseguir el título de "especialista" en ello) de neumología (ciencia que estudia el aparato respiratorio); y la verdad es que me ha encantado este año, que si, que he tenido bajones y ascensos al unísono (la montaña rusa nunca dejará de gustarme), pero cuando me he parado a hacer balance a dos meses "vista", este es increíblemente bueno...si bien es cierto que no suelo quedarme con lo malo, aunque querido lector, cómo cuesta a veces olvidarlo.
Como te he dicho antes, estoy ya a menos de 2 meses para acabar y el futuro (como no podía ser de otra forma) está para arriesgar en el camino a escoger. A mí (y esto se lo debo a mi padre) siempre me han enseñado que hay que insistir y persistir hasta conseguir lo que quieres, hasta conseguir tu sueño. Y eso voy a hacer. Ya os contaré.
Me encuentro junto a los pies de su cama, apuntando si evoluciona o involuciona sobre sus huellas, mientras tú le coges la mano y le miras, él no. Todos los días, él no. Y lo siento, pero de entre tanto signo clínico me quedo con este. Me recuerdas al más tierno de mis orígenes, al abrazo de algún familiar, al consuelo de una madre o la dedicación de cualquier abuelo. Me sobrecoges y en vez de apuntar qué tal su auscultación me apetecería dejar refrendado en cada línea tu entrega. Pareces una fuente inagotable de cariño o una especie de donante de entrañas y lo reconozco, me da rabia. Me da rabia que él no palpite por ti y más aún, que probablemente nunca lo haya hecho. Espero equivocarme, pero probablemente jamás se haya parado a pensar de lo rico que ha sido todos estos años, de lo bien acompañado y cuidado que ha tenido su alma o que simplemente...jamás haya leído tu cara, en braille o en verso, me da igual. Espero volver a equivocarme, pero desde mi disfraz de medicucho, veo a una persona egoísta contigo, una especie de vampiro sentimental, un jerarca, un caudillo yonkie de subordinados, perdón, subordinada. Me gustaría gritarte para que despertaras pero a la vez sencillamente te abrazaría. Te crearía otro mundo, otro escenario donde tu papel fuese de actriz principal o donde fueses una solista reconocida. Te volvería a gritar pero es que también te hablaría al oído susurrándote lo que te admiro.
Esa última frase es el fiel reflejo del día a día, me sentí tremendamente identificado. Este hombre estaba reconociendo su "cobardía" ante esta dura enfermedad, pero a la vez, tiene que aparentar cada día ser el de siempre. Supongo que el faro guía de su mujer y el ídolo de sus hijas, no lo sé, pero me pareció tremendamente sincero y admirable el simple hecho de reconocer que padecía miedo. Me sentí identificado (salvando las -tremendas- distancias), porque me recuerda a cada vez que voy a ver a un paciente que se pone peor, a cuando me llaman de urgencias, a cuando tengo que comunicar malas noticias, o a cuando sin ir más lejos, tengo que abrirme y comunicar mis sentimientos... Es increíble cómo los pacientes te enseñan y te lanzan moralejas sin querer.
Hoy he vuelto a toparme con esa que siempre viste de negro, de la que algunos llaman destino y aceptan y otros maldicen y maldicen al que la creó. Me sigo sin acostumbrar a ello, a ver cómo coge de la mano a un paciente y poco a poco se lo va llevando, lo va apagando, lo va poniendo a cero. Me sigo sin acostumbrar a ver gente llorar delante de mí, a ver sus caras de angustia cuando les dices que no se puede hacer nada más, que no está respondiendo al tratamiento o que... está muy malito. Tampoco me acostumbro a cuando en el punto y final, se recomponen y te dedican un gracias más una sonrisa de escaparate. Qué amargo. No os podéis imaginar la mezcla de sensaciones que es hablar con una familia destrozada...aparentar seguridad y entereza (eres el médico, por favor) cuando en realidad estás muerto de miedo y quieres llorar incluso más que ellos. Les abrazarías y las lágrimas serían bipolares.